domingo, 31 de marzo de 2024

LA CALLE ÚNICA

La calle en la que yo viví durante los primeros años de mi vida era una calle indudablemente española. O catalana de aquella época, esa Catalunya en la que el catalán seguía siendo una lengua prohibida en los círculos oficiales de la dictadura franquista. Era una calle llena de pequeños comercios; una sastrería con un sastre que hacía trajes a medida, una o dos barberías, dos o tres kioscos de prensa, algunas farmacias, un par de restaurantes de pollos asados, una pequeña pero muy frecuentada librería en la que se vendían exclusivamente obras teatrales y volúmenes de poesía, una tienda de artículos de deportes que no era Decathlon, y varios colmados que todavía no habían adoptado el absurdo nombre de supermercados (en el mundo anglosajón a esos establecimientos se les llamaría como mucho “convenience stores”).

Pero los tiempos modernos, cuya materialización urbana es la calle única neoliberal, aborrecen la auténtica diversidad con el mismo encono con el que eso que llamamos “naturaleza” aborrece el vacío, y no tienen lugar para esas excentricidades y exotismos, en especial para las excentricidades verdaderamente autóctonas. Todos los nombres y expresiones “fashion” deben ser en lengua inglesa, y esto lo saben incluso en los pequeños comercios que todavía perviven y que se apresuran a publicitar sus pequeñas ofertas como “Black Friday” y otros nombres por el estilo. Da igual que la ciudad que visites sea Roma, Barcelona, Madrid o Valladolid. De hecho, es en las arterias principales de las ciudades no muy grandes donde la globalización es todavía más palpable y asfixiante. Todo es Zara, Starbucks, Pizza Hut, Tezenis, Disney, Burger King, Deutsche Bank, Orange, Vodafone, y un larguísimo etcétera, y luego tiendas de móviles y hoteles por doquier. Ciudades como Lisboa sólo son reconocibles en sus barrios más modestos como Alfama y otros barrios más marginales, porque todo el centro de la ciudad ha sido casi totalmente gentrificado.

La gentrificación implica no sólo la sustitución de los comercios más tradicionales, sino también un auténtico apartheid o limpieza étnica urbanística, en la que las clases menos pudientes tienen que dejarles el sitio ya sea a los turistas, a los pisos patera, o a cualquier otra estratagema urbanística que poco a poco van obligando a las clases trabajadoras o “medias” a vivir en los suburbios o donde buenamente puedan. Muchas ciudades norteamericanas tienen alquileres e hipotecas sencillamente inasequibles para la mayoría de la población, y un trabajador medio necesita tener dos o quizá más empleos para poder pagar una vivienda. Sin duda esta precariedad no sólo laboral sino de vivienda es una de las causas del descenso generalizado de la natalidad en todo el Occidente, pero esto no les causa mayor inquietud a las élites occidentales, probablemente porque piensan que, gracias a la inmigración de los países bombardeados y masacrados por la OTAN o en las guerras de la OTAN –Iraq, Libia, Siria, Ucrania– siempre se encontrará carne de cañón para las guerras del futuro y, sobre todo, para la gran cruzada contra Rusia.

Barcelona es otra ciudad que ha sido gentrificada a pasos agigantados. Al no haber sido nunca capital de un imperio colonial, no contiene tantos edificios majestuosos como, por ejemplo, la Castellana de Madrid, o Lisboa, Londres, París, etc., pero su perfil urbano cada vez muestra más similitudes con el de esa calle única que es compañera inseparable del pensamiento único. Los edificios de Gaudí son los pozos de petróleo de Barcelona. Su principal fuente de ingresos. Pero la aparición de un nuevo Gaudí sería del todo impensable en el marco de la arquitectura minimalista, funcionalista y deshumanizada de nuestros días, muy poco dada a cualquier majestuosidad que no sea deliberadamente cutre, como por ejemplo ese pene gigantesco que es la Torre Agbar. ¿Una torre pensada para engendrar un mundo o para engendrar un aborto?

Los principales enemigos de la calle única suelen ser, en gran medida, esos a los que Hillary Clinton llamaba “the deplorable”. Los deplorables. Aquellos que se resisten a abandonar sus viviendas de toda la vida, principalmente cuando ya han llegado a edades tan avanzadas que les resulta impensable buscarse un nuevo futuro. Son el equivalente urbano de las decenas de miles de agricultores de toda Europa que se están manifestando contra las leyes que favorecen a los productos ucranianos, israelíes y marroquíes y demás países no europeos. Esos que no tienen el suficiente poder como para hacer valer sus puntos de vista y sus intereses, pero a la vez son demasiado numerosos para ser silenciados por completo, como al sistema totalitario neoliberal le gustaría. Si bien el neoliberalismo no tolera la auténtica disidencia, le conviene acomodarse –eso sí, dentro de un orden– con el derecho a la pataleta, pues de alguna manera tiene que justificar que es liberal, en contraste con las “inhumanas” dictaduras rusa o china. Los predecesores lejanos pero imprescindibles de los descontentos de hoy en día fueron los sindicalistas mineros británicos y los controladores aéreos norteamericanos, machacados en su día por Thatcher y Reagan y satanizados por el aparato mediático del sistema, lo mismo que ahora. En un planeta que se acerca a pasos agigantados al escenario representado en la película “Elysium” (2013) no es de esperar que estos movimientos de resistencia tengan mucho éxito. Blackrock, Vanguard y otros fondos buitre que manejan a los políticos tienen una gran ventaja sobre los movimientos ciudadanos que se oponen al proceso de la calle única, movimientos siempre improvisados, de difícil organización y expuestos a los ataques del sistema por las más variadas vías. Lo que podríamos llamar la gentrificación de las zonas rurales, en realidad un fenómeno complementario de la gentrificación de la calle única, es promovida por compañías como Bayer, Google, Microsoft, BASF, Syngenta, etc. –el mayor propietario rural de Estados Unidos, como se sabe, no es otro que Bill Gates–, y está encontrando en Ucrania, ese gran laboratorio de pruebas del nazismo del siglo XXI respaldado hasta el último ucraniano y pronto hasta el último europeo por el Occidente colectivo, su mayor víctima, eso sí, una víctima disfrazada de cliente. Ucrania no sólo está pagando su guerra con cientos de miles de muertos, además ha entregado por completo su futuro a las grandes compañías globales.

En este contexto, podría pensarse que el genocidio que está teniendo lugar en Gaza es otro ejercicio colonialista de gentrificación. Dos millones de palestinos están siendo bombardeados y desplazados de sus hogares por el mismo Occidente colectivo, cuyo brazo ejecutor en esta ocasión no es otro que el supremacismo sionista, al que no se puede criticar de ninguna manera en “democracias tan avanzadas” como USA, Gran Bretaña o Alemania, ese país que ha demostrado sobradamente a lo largo de su historia su agudeza al distinguir un genocidio de lo que no lo es. El petróleo que se encuentra en Gaza, así pues, no será comercializado por la población originaria árabe, sino por el estado israelí tras esta enorme segunda nakba. Como dijera el innombrable Karl Marx, no hay nada tan revolucionario como el capitalismo.

Veletri

sábado, 16 de marzo de 2024

Pequeña historia de los surcos de la tierra

Como en los días en los que tras la tormenta se escucha la respiración lenta de los bosques, así los sueños humanos se aletargan después de algún temblor que hizo añicos alguna realidad laboriosamente creada. Por la misma senda caminan los avatares humanos y los vientres venosos de la tierra.

No voy a recrearme en una descripción bucólica y pastoril de los paisajes naturales, sino en la vida agrícola, su historia, avatares y abandonos, sueños, miedos, errores (base de nuestras verdades), pero también de violencia. Demasiadas veces los campesinos han sido traicionados por los que se erigen en dueños de la tierra, del agua, del viento y hasta del sol.

La tierra siempre ha estado amenazada por atmósferas de dominio. “En mi hambre mando yo”, dijo el jornalero al cacique que le tiraba unas monedas para comprarle un voto. Una historia larga de luchas y conquistas frente a los señores, pero también frente al menosprecio de las ciudades que se adjudicaron el título de la “civilización”, de la que excluían a los campesinos.

El dictador fue cruel con la España rural, ejerció un maltrato persistente sobre la forma de vida de los pueblos. Millones de personas subieron a los trenes y autobuses que los llevarían a Madrid, Barcelona o Bilbao, a formar parte de las masas proletarias o de la marginación en las chabolas. Queda la memoria y el dramatismo de quienes dejaban atrás su casa, sus tierras, sus herramientas, sus pueblos y ríos, y se hacinaban en los extrarradios de las grandes acumulaciones de población, enfrentados a los estigmas y al desamparo. Eran los años 50 y 60, la época llamada del desarrollismo. Necesitaban mano de obra para las grandes industrias. Los pueblos de la geografía hispana se fueron vaciando, y los que no lo hicieron por voluntad propia, el dictador los anegó, sepultando valles completos que habían proporcionado alimento a miles de habitantes y ganados. Cientos de aldeas desaparecieron bajo el agua y muchos más se quedaron sin actividad económica. Hoy forman parte de un paisaje espectral que aparece y desaparece, cuando las aguas bajan o suben de nivel.

Aceredo (Ourense) emergido por la bajada del embalse de Lindoso

Más tarde llegó el gigante europeo. Un día, en una habitación lejana, se decidió el arranque, la destrucción de las plantas trabajadas. Eran los olivos, y las blancas flores de azahar de los naranjos. Eran las vides y las frutas y la leche alimentada por la verdura espesa de los praos. Eran los cereales y la constancia de las tierras rojas y ocres bajo los cielos extensos de las mesetas de aire limpio. Eran las sombras redondas de los pumares astures y los almendros que habían tardado cincuenta o sesenta años en adquirir su presencia estética, todos ellos fueron arrancados por máquinas cuyo mando final está en Bruselas.

En un alarde de vanidad el gigante le declaró la guerra a la tierra. Y tras la guerra, el destierro y las justificaciones para tratar de convencernos de no pensar que no se comen ladrillos sino tomates, que no son románticos los desterrados sino gentes que ordeñaban las vacas, que generaban buenos pastos subiendo a sus ovejas al monte, que prevenían los fuegos, que alimentaban a las ciudades.

Haciendo un símil con la vida del mar, a un marino le parece que un barco se siente desdichado cuando no tiene agua bajo la quilla. Igualmente un campesino al que le es arrebatada la tierra se siente el más infeliz de los humanos.

Máquinas arrancando olivos para poner placas solares

Les pagaron con absurdas explicaciones. “Hecatombe” es la palabra, que en tiempo de Ulises significaba el sacrificio de cien bueyes. Pero esta vez no hubo dioses complacidos ni agradecidos, los dioses de ahora son inestables (la religión del dinero).

Ya en la ciudad, los serios representantes de la cultura fabricaron el estigma rural, inventaron personajes brutales, supuesto mundo de rencillas, crímenes, irracionalidad, odios. Era la forma de olvidar a los propios fantasmas de la urbe: la miseria, la violencia, el crimen, el hambre, la soledad, la monotonía de vidas que solo conocen el camino de ida y vuelta que los lleva a un trabajo generalmente nada gratificante.

Ni boina ni paleto, mi me midas ni me retrates, no vengas de la ciudad a convertirme en un mito o a cosificarme como un objeto etnológico. Las teorías de medición de la inteligencia han pasado a mejor vida. ¿Quién osa decir que los habitantes de las zonas rurales tienen una cultura menos desarrollada que los que toman aire contaminante cada mañana en las ciudades? ¿Acaso es mejor opción para la vida habitar edificios como cajas de cerillas, salir de casa y tener líneas, aceras y semáforos que te pautan los pasos, enjaularte en una lata de ruedas? ¿Acaso requiere menos movimiento del cerebro el trabajo de la siembra y la cosecha de alimentos para toda la población?

La vida del campesino está ligada a nuestro bienestar, cuando él desaparece vemos las grandes extensiones tratadas con herbicidas (van en paquete las semillas, los tóxicos y las grandes corporaciones), adiós a las abejas, adiós a las mariposas y a las luciérnagas, los insectos ya están en manos de los grandes propietarios para darnos de comer grillos criados por millones en naves destinadas al negocio de la alimentación. El capitalismo todo lo convierte en mercancía, hasta nuestros estómagos son pasto de los grandes señores de la tierra.

Dudo de nuestra debilidad porque no todo está escrito. Los surcos desaparecen pero la tierra aún respira. Y aún comemos patatas, no ladrillos.

Eirene

viernes, 15 de marzo de 2024

Cine forum 3: ¿Zona de interés?

 Buenas tardes:

Están ustedes invitad@s a una sesión continua de cine, con la película  oscarizada y de "rabiosa actualidad" que es La zona de interés", enésima película de nazis y judíos pobres exterminados.

No puede evitar pensar, como su director, que hay demasiados terribles paralelismos entre el 1943 y este 2024, empezando por el poder del Sistema capitalista y siguiendo por la pasividad de la clase obrera.

https://cinemalversa.livejournal.com/346413.html


lunes, 11 de marzo de 2024

CINEFORUM 2: EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS

 Buenas noches:

Pasamos a la segunda y tercera películas, homónimas:

EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS

https://ok.ru/video/2695673350853

https://www.tokyvideo.com/es/video/el-callejon-de-las-almas-perdidas-2021-3

Las películas antiguas (1947) me gustan en su sobriedad, en que no son complacientes y tuvieron magníficos guionistas que huyeron del fascismo.

Guillermo del Toro (2021) es de los mejores directores actuales, sin duda.
SE SUBE EL TELÓN... empieza la conversación...


jueves, 7 de marzo de 2024

SÓLO CINE: MAMACRUZ



Bienvenid@s a este cinefórum experimental donde SOLO hablaremos de esta película concreta: Mamacruz. El siglo pasado era habitual que, tras ver la película, los amigos o meros interesados quisieran compartir lo que les había sugerido esa obra. Resultaba enriquecedor analizarla/desmenuzarla desde sus diferentes facetas y comprobar que su mensaje es muy diferente para cada persona dada su formación y experiencia. Ojalá sea el caso y podamos repetir la experiencia con otras películas que se vayan acordando. En esta ocasión, ha habido más interés por la de Mamacruz que la de Johnny cogió su fusil, y votaremos igualmente entre las propuestas que se hagan más adelante.

 Ahora, tomen asiento para disfrutar y tomen la palabra para conversar:

https://www.tokyvideo.com/es/video/mamacruz-pelicula-completa-gratis-en-espanol

La anterior entrada sigue abierta, en pleno funcionamiento, para comentar la actualidad y opinar sobre cualquier otro tema.  

Como se me hace corta esta entrada, quiero recordar al primer crítico de cine que conocí en televisión: Alfonso Sánchez (1911-1981), con sus ojeras, su voz nasal y un conocimiento admirable sobre el cine en todos sus aspectos. Lástima que yo era canijo y no tuviera paciencia para sacar provecho a tanta información que daba más profundidad a lo que aparecía en nuestra tele en blanco y negro.

En la prensa sí aproveché la columna de Haro Tecglen  (1924-2005) para descartar mucho bodrio y usar mi escasa paga para acudir a las películas a las que él daba su visto bueno.

Finalmente, un guiño al más iconoclasta de los presentadores de Días de Cine: Antonio Gasset (1946-2021).  Os dejo con sus mejores frases:

https://apocalipticoseintegrados.blogspot.com/2011/10/las-mejores-frases-de-antonio-gasset-en.html



 

viernes, 1 de marzo de 2024

¿SINÓNIMOS?

Según la RAE la palabra “sinónimo” significa:

“Dicho de una palabra o de una expresión: Que, respecto de otra, tiene el mismo significado o muy parecido, como empezar y comenzar

Comienzo o empiezo entonces el cuento:

Hace años que el tiempo no sigue las pautas acostumbradas. Esas cuatro partituras que todos conocíamos desde pequeños ya no existen. Eran fronteras invisibles, visibles solo para calendarios, portadas, escaparates, postales, poemas o en cartas que ya casi nunca se escriben. Había frases en ellas como: “El dulce canto de la primavera”, “El vaivén sinuoso de las hojas abatidas en otoño”, “El crepúsculo temido del invierno: sus pasos blancos”, “La desnudez del verano” y otras menos poéticas como: “Rebajas de verano”, “Avance de primavera”, “El ofertón del invierno”. Ahora salvo estas últimas, las anteriores que evocaban paisajes y sentimientos se han quedado perdidas en algún lugar.

No, ya no viven las cuatro melodías separadas ni siquiera su orden natural se conserva. En mitad del verano, el invierno llega a veces como un ladrón robándonos el calor y buscamos entonces ansiosos por todos los armarios de la casa: un paraguas, un jersey y hasta una manta para poder abrigarnos por la noche. El cambio climático que algunos todavía se niegan a creer y del que somos responsables todos, ha llegado hace tiempo.

Hace unas semanas, durante varios días seguidos, la estuve viendo. Grácil, alegre, aparecía al mediodía por la plaza que hay en mi barrio. Cruzaba ese casi círculo perfecto de cemento. Un corazón escondido yace debajo de ese asfalto, que se estremece siempre con las voces y risas de los niños, con las historias de los mayores, con el traqueteo de los carritos de la compra, con los ladridos inesperados, con los adioses y holas entre los vecinos.

Puntual, al mediodía, sin que nada pudiese pararla, pasaba por allí. Muda, apresurada, resbalaba su cuerpo entre los barrotes que hay en la parte alta de la puerta de un garaje de la calle. No iba sola. Llevaba en su pico una rama delicadamente como si llevase un niño pequeño en brazos. Desaparecía de mi vista entonces hasta que, al poco rato, salía de allí con su pico vacío. Realizaba varios viajes sin agotarse, feliz, inacabada. El sol la recibía agrandándose más y hasta la oscuridad se aclaraba con ella al sentirla atravesar esa puerta pesada, cerrada, de hierro. Durante esos viajes, me fui preguntando qué sentido tenía el llevar esas ramas en pleno invierno hasta que me di cuenta que para ella no lo era. Era primavera. El sol, la subida de temperatura, la casi floración de algunas plantas, habían hecho que ella lo creyese.

Los días soleados que nos hicieron dudar de si estábamos invierno, dieron paso al frío de nuevo. La busqué varios días a su hora sin ningún resultado. No la volví a ver más y sí diariamente a sus compañeras dicharacheras de los desayunos de la plaza.

Hoy sigue siendo el día en que todavía me sigo preguntando que habrá sido de ella, de sus ramas escondidas en un alto preparando un nido que no llegó, de su alegría al llevarlas creyendo que era primavera…

Este pequeño cuento tiene relación también con esta historia que leí hace poco. La historia hace referencia también a unas primaveras y la imagen de ellas está inmortalizada en dos esculturas que hay en la Alameda de Santiago de Compostela. Se llamaban Corelia y Maruxa. Dos hermanas más conocidas como “las Marías” o “las dos en punto”. Mayores, estaban tachadas de locas y solteronas. Allá por el año 1925, a la hora que salían los estudiantes de las clases, Corelia y Maruxa se paseaban delante de ellos, flirteaban abiertamente, mientras los estudiantes al verlas se mofaban de ellas. Fumaban, piropeaban a los chicos, vestidas de alegres colores, desafiando así el papel de la mujer ejemplar en aquella época.

Pertenecían a una familia de diez hermanos. Varios de los varones eran miembros destacados de la CNT. Por esta razón y con el estallido de la Guerra Civil, los hermanos de las Fandiño, que así se apellidaban, fueron perseguidos bajo orden de arresto. Huidos, durante años fueron sometidas a crueles persecuciones con el fin de que ellas dijesen el paradero de sus hermanos. Les destrozaron la vivienda, les hacían salir a la calle desnudas y en ocasiones las conducían hasta el monte Pedroso. Algunos afirman que llegaron a torturarlas físicamente. Las Fandiño nunca revelaron el paradero de sus familiares.

El acoso solo terminó cuando estos fueron finalmente encontrados y asesinados. Para entonces, las hermanas habían perdido la vida que un día tuvieron, viviendo como habían vivido durante años en una situación de gran precariedad. Por el miedo a significarse como partidarios de una familia anarquista, los vecinos de las Fandiño dejaron de llevar sus ropas a las hermanas costureras. A cambio les ofrecían todo tipo de ayudas. Incluso llegaron a realizar una colecta, a comienzos de los años sesenta, cuando la casa de los Fandiño se vino abajo.

La primera en fallecer fue Maruxa, la mayor, en 1980 y tres años más tarde falleció Coralia. Dos mujeres que creyeron en la primavera.

Un cuento y una historia, dos mujeres y un ave que desafiaron al invierno, llevando la primavera como emblema.

Fuentes:
Wikipedia: Las Dos Marías
Documental: Las dos Marías. Santiago de Compostela.
Libro: Adelanto de "Las Marías de Santiago".

Gato