domingo, 31 de diciembre de 2023

81 AÑOS DE DON ANTONIO DE NEBRIJA

Hay dos Antonios de Nebrija, y ambos muy interesantes. Uno ha trascendido por ser el autor de la "Gramática de la lengua castellana", allá por 1492, la primera publicada sobre una lengua "vulgar". El Antonio de Lebrija de nuestro Blog Coral ha pintado mucho: desde el Palacio Real hasta muchas casas de famosos y las Galerías Preciados de la calle homónima en Madrid.

Sobre Antonio de Nebrija hay mucho escrito, y cada uno conoce las fuentes donde documentarse sobre él. La wiki informa que fue hijo de agricultores judíoconversos con suficientes ingresos para que fuera a estudiar en la Universidad de Salamanca y luego en Bolonia becado por el obispado de Córdoba. Gracias al maestre de Alcántara, Juan de Zúñiga, pudo volcarse en sus estudios filológicos que dieron lugar a su famosa Gramática, que no se reeditó hasta 1744 lo que refleja la desidia española por la difusión del conocimiento.

Nada hay escrito sobre nuestro Antonio R.L, nacido en Lebrija y crecido en un barrio de Jerez. Por eso, en su 81 cumpleaños, merece la pena redactar esta semblanza en su homenaje y también a la generación que nació en los años más duros de la posguerra. Un relato esquemático, porque cada epígrafe daría para un capítulo de una buena novela pero no cabría en el blog. Con la misma inteligencia natural del gramático, nuestro Antonio no tuvo los padrinos que le mantuvieran en la escuela más allá de unos meses donde aprendió a leer con su admirado maestro. Sin duda hubiera llegado lejos, o al menos a ganarse un sueldo sin necesidad de tener callos en las manos.

La familia de Antonio se mudó a Jerez para encontrar de comer, pero el padre falleció y la madre tuvo que dedicarse al estraperlo. Siendo muchos hermanos, desde los 9 años hubo de buscarse la vida. Su primer empleo no podía ser más literario: Lazarillo… de Guadalete, hubiera sido su relato de aventuras y desventuras. Pasar de ganar 2 pesetas a 10 diarias demuestra su habilidad para esa tarea, que alivió el hambre de su familia. Luego, mozo de un aparcero, a cargo de la mula que llevaba la comida y el agua a los jornaleros. Una mula resabiada que en alguna ocasión procuró tirarlo contra los afilados tallos cortados de las biznagas.

Los días de la infancia son muy largos, y el estómago vacío hace que uno busque cualquier forma de llenarlo: sea intentando llevarse unos pavitos (anécdota que ya contó, y que le supuso un guantazo que casi le arranca la cabeza) o rebuscando entre lo ya cosechado por otros, que les llevó a tirarse al río huyendo de la Benemérita y sentir los disparos levantando el agua cerca, para amedrentarles. Subirse a los trenes sin billete y tener que saltar en marcha antes de llegar a la estación de otra población donde encontrar cualquier cosa ingerible o que fuera trocable por comida.

Su adolescencia en un trabajo de hombres que hacían ladrillos macizos de forma artesanal por una miseria, y pasar cobrando un poco más a una fábrica donde le tocaba sacar los ladrillos aún humeando del horno. Anécdotas de novias simultáneas a las que contentar corriendo de una punta a otra de Jerez para llegar a las citas del mismo día. Lógico acabar con anemia, con tanto trabajo y tanto trajín.

Llegaron los 19 años para ir a la mili, la primera vez en su vida de comer caliente a diario. Para cobrar algo más, voluntario al Sáhara español, al Aaiun, de paracaidista que pá eso tenía buena planta y ningún miedo sino al hambre. Pasar una noche en blanco en una guardia en la montaña, oyendo arrastrarse a alguien por la ladera y temiendo ser degollado por un moro, para ver al amanecer que era un saco que se había enganchado en una alambrada. Ser tirador de primera para matar una gacela y dejar de comer bazofia. Robar el agua de la piscina del comandante porque con un litro era imposible sobrevivir. Ya en Alcalá, a punto de licenciarse, ver que al capellán del regimiento no se le abrió el paracaídas y no lo salvó ni Dios.

Al licenciarse de esos años de chinches en África, se tenía derecho a un trayecto en tren a donde se eligiera. Pues a Barcelona, que en los sesenta era "la ciudad de la luz", industrial y culta, en contraste con un país lúgubre agrícola y dominada por el clero preconciliar. El recuerdo del día de san Juan como describe Serrat en su Fiesta: la única noche donde ricas y pobres copulaban sin tasa. Buen pulso y buen ojo con las mezclas, le hicieron pasar de aprendiz a oficial de pintor, con carnet del gremio para trabajar en los estudios de cine donde se perpetraban esas películas anodinas subvencionadas que hicieron millonarios a algunos amigos del Régimen. Tener que dejar la pensión por un asunto con su maestresa, y por fin casarse con su novia del pueblo, traída a Barcelona por la madre de Antonio.

Y la conciencia política y social, de comunista de corazón y anarquista de actitud, fue forjándose viendo cómo engordaban los de arriba y cómo adelgazaban los de abajo. Los tiempos de huelgas llegaron al ver a un compañero recibir un culatazo, no pudo evitar lanzar tal piedra al guardia civil que le rompió unas costillas y tuvo que salir para Madrid antes de la brutal paliza que le esperaba. Pero en Madrid, capital de la construcción y de la especulación, también había que defender los derechos de los compañeros, y la huelga general de Fuenlabrada le supuso acabar detenido "por acercarse a la barricada para quitar algún neumático": el comisario no se creyó que el mechero que llevaba encendido era por echar un pitillo.

Antonio no soporta entradas de más de mil palabras, y quedan en el tintero cien anécdotas más. Pero esta semblanza quiere ser el homenaje a un hombre que vivió una época difícil, que ayudó a levantar el país con sus manos, que dio la cara por sus compañeros, que contra viento y marea cree en la dignidad de la clase obrera y sigue pidiendo UNIDAD de la Izquierda sin discusiones bizantinas sobre galgos o podencos.

Por una vez, os ruego que nos centremos, dos o tres días al menos, en hablar de una generación que nos precedió y abrió caminos a costa de dejarse la piel. Mil gracias


Sentido Común

martes, 26 de diciembre de 2023

UN TEJIDO DE ESPERANZA

El hijo de unos amigos estudia un doble grado de Política, Economía y Filosofía. A sus 21 años siente que sus compañeros de estudios, progresistas, se caracterizan por un egoísmo feroz sin voluntad para cambiar la situación. Pero opina que la generación de su hermana, de 16 años, sí que serán capaces de afrontar y resolver los problemas que han heredado de sus padres y abuelos. Lo afirma desde la idea de que los milenials sólo se han visto afectados "desde fuera" por circunstancias adversas, mientras que los actuales adolescentes ya han nacido inmersos en ellas: ya las tienen incorporadas en su esquema mental y pueden afrontarlas con eficacia y con plena determinación. No es una agresión externa que hace tambalearse a los jóvenes de más de 20 años y buscan salir del paso y volver a su estatus de comodidad egocéntrica. Los adolescentes lo viven como un conflicto sistémico que hay que responder de forma colectiva porque nos va el futuro en ello.

Uno ve muchos elementos desesperantes en esta sociedad: mayores desconfiados, adultos empeñados en acumular, jóvenes agobiados por no poderse emancipar, adolescentes alienados por el reguetón, niños enchufados a las pantallas y bebés que apenas nacen porque pocas parejas se atreven a traerles a este valle de lágrimas de inflación, guerras y mentiras. Ahorro poner el listado de amenazas climáticas, ecológicas o económicas. En mi familia extensa hay de todo como en botica, desde Ninis hasta ingenieros en Singapur y Emiratos, desde alcohólico hasta sanitarios (afortunadamente, no coinciden).

Sobre l@s adolescentes actuales, creo que la necesidad les obligará a abrir los ojos, pensar un objetivo global e ir resolviendo los problemas desde la raíz. Cuando uno siente que no tiene nada que perder es cuando es posible una revolución; mientras uno pretende proteger su comodidad hay poquito que hacer salvo maquillar el Sistema para que nada cambie en el fondo. El ejemplo más obvio es el de las "3 R" del ecologismo: nos hemos conformado con Reciclar envases, pero no Reutilizar la ropa y menos aún en REDUCIR el consumo de energía, de bienes ni de materias primas como el petróleo para plásticos. Ya tenemos esos microplásticos en la sangre, ya sufrimos el cambio climático, ya la inflación ha llevado nuestros ahorros y salarios a niveles de subsistencia endulzada con cañas. Es la hora de transformar. Un adolescente solo es un Pepito Grillo, pero su pandilla puede reforzar sus convicciones y empezar a tomar decisiones positivas que les hagan sentirse poderosos: si sus cambios al reducir el consumo les hace más libres, si sus lecturas les hacen más conscientes, si sus acciones les hacen más solidarios… es un círculo virtuoso que refuerza un tejido social y lo acerca a tantos adultos y mayores que añoran los tiempos en que los vecinos se echaban una mano y los trabajadores se atrevían a hacer huelgas en defensa de los intereses comunes. Hablo de un PACTO SOCIAL, en que los padres nos pongamos de parte de nuestros hijos en su papel de CIUDADANOS en lugar de los Pequeños Dictadores Consumistas en que se han convertido los que tienen progrenitores-helicóptero que les tienen entre algodones, incapaces de afrontar la frustración y el esfuerzo.

El ser humano aprende por imitación porque seguimos siendo mamíferos primates. Si nos ven pegados a la basura de las pantallas, quitar el móvil de los colegios es un gesto que puede hasta perjudicar a los chicos que no tienen dinero para tablets ni menos para i-pads. Si nos ven obsesionados por el dinero, el consumo y la comodidad, es difícil esperar que piensen en el bien común. Si nos ven seguir visceralmente al líder político de nuestra cuerda, su espíritu crítico no se construirá y sólo se guiarán por consignas que les ofrecen los medios de des-información.

La admiración es un motor de la voluntad: no es lo mismo querer emular al alpinista Messner que escaló el Everest sin botellas de oxígeno (acabo de ver que fue eurodiputado por los Verdes de 1999 a 2004) que al Influencer de videojuegos que reside en Andorra para no pagar impuestos. Ver semanalmente el Hombre y la Tierra de Rodríguez de la Fuente no es igual que contemplar el Gran Hermano a diario, o estar al tanto casi en tiempo real de las escabrosidades de La isla de las Tentaciones, que aún hay quien cree que son espontáneas en vez de fruto de un guión perfectamente manipulado al gusto de la plebe.

Décadas antes de Greta Thumber, en 1992, en la Cumbre de Río de Janeiro, una niña de 12 años, Severn Cullis-Suzuki hizo un discurso que nos debería avergonzar no haber atendido diligentemente en estos 32 años de carrera hacia el abismo ambiental.

En España se saben las alineaciones de fútbol (ahora, también femenino) pero no somos capaces de citar ni siquiera nuestros exiguos 7 premios Nobel, de los cuales, 5 de Literatura, será porque vivimos del cuento. Se conocen las miserias de famosos y famosillos, pero no que tenemos en espera la primera vacuna verdadera contra el COVID, mientras se forran aún más las farmaceúticas de siempre. ¿Les suena Hipra, Miñones, o los virólogos Enjuanes o Margarita del Val?

Nuestros adolescentes se creen bilingües pero no saben argumentar ni siquiera en castellano, catalán, vasco ni gallego. Se limitan a repetir los tópicos que se vierten en TikTok. Les cansan las películas de dos horas con una historia definida pero dedican días enteros a consumir series con enredos incoherentes al estilo de los folletines por entregas del siglo XIX o las radionovelas del franquismo. Eso es una parte, porque jamás se ha leído tanto, aunque sea porque es gratis descargar los libros, y nunca se ha tenido acceso a informacióin en profundidad, aunque haya que tener un criterio sólido para no ser mangoneado por los dueños de Internet.

En definitiva: ahora o nunca. Ya hemos visto demasiados negacionistas que se enriquecieron paralizando al pueblo: las tabacaleras que escondieron los informes sobre el cáncer, las petroleras contra el cambio climático, los Neoliberales ocultando la misera social que generan sus políticas. Ahora es el momento de que nuestros adolescentes, con toda nuestra ayuda, defiendan un mundo que se está convirtiendo en inhabitable para la inmensa mayoría de la Humanidad.

SENTIDO COMÚN

martes, 12 de diciembre de 2023

150 LIBROS

Don Diego de Silva y Velázquez con 24 años ya era pintor del rey Felipe IV con sueldo de 20 ducados mensuales enseguida duplicado. Falleció a los 60 siendo aposentador real, un cargo de máxima confianza. Su fortuna por salario, mercedes y venta de cuadros debería ser enorme. El inventario de sus bienes recoge "sólo" 150 libros, un tesoro para la época pero que equivalen a unos 150 Megas (una Biblia alcanza 5 MB). Cuatro siglos después, por 4 €, se vende un pen con 64 Gb que donde cabe casi quinientas veces esa cantidad de datos. La biblioteca de Velázquez

Esta introducción peculiar pretende resaltar que el acceso a la información no supone un paso cualitativo para un ser humano. Ya ni siquiera es cuestión de acumular, como sucedió con los VHS originales o en copias que llegaron a cubrir paredes enteras de hogares para acabar en el Punto Limpio sin pena ni gloria. En la Red está casi todo lo impreso en el mundo, y no por ello hay un mayor nivel de entendimiento de lo que sucede en él.

Una cabeza bien amueblada es una expresión coloquial que tiene una interpretación pedagógica relevante: no se trata de colocar contenidos en la memoria con forma de estanterías situadas en habitaciones estancas (Lengua o Matemáticas, Ciencias o Filosofía...) para que se viertan en exámenes de complejidad creciente, al estilo enciclopedista que lastra la enseñanza hispana, aunque ahora se diga bilingüe. Cada persona construye desde su experiencia, una red de conocimientos dotados de carga emocional vinculada a las sensaciones y a las personas implicadas en su adquisición, desde lo emocional de la infancia a la admiración por el profesor de cualquier etapa educativa. Depende de esos docentes que mantenga esa percepción holística que existía en tiempos clásicos donde la Filosofía natural abarcaba todas las ciencias conocidas y en los que el Trivium agrupaba gramática, dialéctica y retórica. Un ciudadano que distingue los silogismos de los sofismas no deja que se la metan doblada los politicastros a sueldo. Un superador de exámenes tan sólo preguntará cuánto se cobra sin pensar en las consecuencias globales de su trabajo ni de su ocio.

He sacado la imagen de aquí, donde hay un centenar viñetas de humor sobre libros
(Nota del editor).

Volviendo a los libros: su lectura es el diálogo de su autor con cada ser humano. Nada de apuntes del profe ni de reseñas por Internet: un párrafo original tiene necesariamente distintos significados para cada estudiante. Todos tenemos nuestros libros de cabecera, algunos permanecen y otros se ven sustituidos por madurez o por crisis. Supongo que la media sería entre media y una docena: semejante a los amigos que se cuentan con los dedos de una mano a los que añadir un puñado de personas que nos resultaron admirables y nos ayudaron a mejorar. Pero las relaciones personales no se reducen a las amistades ni las literarias a esa gavilla luminosa. Conservamos libros por razón de nuestra formación y trabajo, y otros que apreciamos por las apasionantes historias que nos hicieron vivir en nuestra imaginación. Con ambas categorías ya nos acercaríamos a la centena.

Pero, dependiendo del tamaño de nuestra casa y de nuestro bolsillo, los libros se van acumulando en estanterías o en el trastero: autores u obras por los que tuvimos curiosidad, regalos o préstamos que olvidamos devolver, hasta colecciones de kiosko que captaron nuestro interés. A veces las mudanzas suponen una catarsis para desprendernos de golpe de varias cajas. Aprovechamos el interés de una visita para endilgarle un par, los que les caben en las manos. Inexorablemente, las visitas a la Feria del Libro superan las bajas de los préstamos fallidos. Sólo el recurso moderno al bookcrossing (liberar los libros en zonas transitadas) puede ayudar a diezmar nuestra biblioteca, porque donarlos a los centros culturales hace años que es imposible: sólo aceptan los actuales, porque el resto ocupa mucho espacio y se cubrirán de polvo por el desinterés general.

La imagen de una pila de libros en el contenedor de papel es desoladora: alguien ha desahuciado a sus acompañantes de media vida porque necesita más sitio para su televisión de más de cincuenta pulgadas, o ha decidido redecorar su vida hacia un minimalismo de sofá y equipo estereofónico. Chavales que abjuran de su fantasía infantil o jóvenes que ya no tienen paciencia para leer porque las series se lo cuentan mejor (mentira podrida: frente a la escultura mental que uno moldeó, la pantalla es un artificio diseñado por un vendedor). Con los libros electrónicos supongo que también los adultos tendremos la tentación de ganar espacio en casa, asumiendo la humillación de que nuestros libros adquiridos durante décadas, elegidos uno a uno, sean comprados al peso por una tienda de segunda mano. Ahora se ve que ese negocio se cierra porque a nadie le cabe más libros y porque las ventas no alcanzan siquiera para el alquiler del local. Así, de golpe miles de ejemplares van camino del reciclaje para convertirse en el best seller que dicta Planeta.

"Menos es más": en el proceso de Desaprender, habrá que despedirse de mucho de lo que arrastramos, asumir qué es lastre y ya no un instrumento intelectual. Supongo que un centenar de libros sí tienen espacio en cualquier hogar, y otros cincuenta son los visitantes de paso que nos pueden aportar placer o sabiduría. Un gesto para sentir que, al menos en eso, uno se asemeja al genio de Velázquez. Que ustedes lo lean bien...

SENTIDO COMÚN

lunes, 4 de diciembre de 2023

NORMALIDAD O SALUD

Lo "normal" es lo que hace la mayoría, pura estadística. Lo "saludable" es el equilibrio del cuerpo, de la mente y de las relaciones sociales de cada persona o de un colectivo.

Resulta obvio, salvo para los adolescentes que no han superado el egocentrismo infantil, que lo que sucede mayoritariamente en una sociedad define su propia normalidad, por más insano que resulte. Y decisiones de lo más saludables no son "normales" en muchísimos entornos. Entiendo que son muy sanas las libertades de vestimenta, de constumbres, de opciones sexuales o de opiniones políticas pero la mayoría no son "normales" porque se alejan de la norma establecida por cada grupo social. Un dato: el consumo diario de televisión en España en 2021 fue de 3,5 horas diarias: más de la mitad del tiempo de ocio se dedica a contemplar contenidos muy dirigidos hacia el consumo, la manipulación sociológica o el simple atontamiento de que "enciendo la tele para no pensar". Sin embargo, sólo un tercio de los españoles dedican 2,5 horas semanales al ejercicio físico. El tiempo dedicado a una actividad normal como mirar la tele es diez veces mayor que el invertido en algo saludable como el deporte o el simple paseo tonificante.

Voy a exponer dos perfiles de familias con los que se encuentra el educador, desde infantil hasta el instituto, cuando tiene una entrevista como tutor:

Familia "normal", cuyos hijos pequeños se vieron perjudicados por la pandemia al estar encerrados en casa durante tres meses del 2020, sin acceso al colegio, parque ni naturaleza. Su hij@ es el centro de la casa: "que tenga, al menos, lo mismo que los vecinos", "que no sufra la brusquedad que sufrimos por los maestros autoritarios del siglo pasado", "quiero que mi hij@ sea feliz". Así que el niño tiene más ropa de la necesaria; no sabe qué hacer con tanto juguete regalado; come cuando, como y lo que le viene en gana; y se comporta como un príncipe consentido, malcriado y prepotente desde que empieza a hablar hasta más allá de los 30 años que seguirá en casa de los papás ¿dónde va a estar mejor que entre algodones y siendo aplaudido y mantenido por sus adorables progenitores?

Esa sarta de despropósitos en el hogar afecta a la sociedad, porque esos cachorros sobreprotegidos salen a la calle y pretenden comportarse de la misma forma que se les consiente en casa. No me invento casos en que los niños se lían a patadas con sus padres, les insultan y les tratan como si fueran esclavos a su servicio: les llevan la mochila escolar, les persiguen por todo el parque para que tomen la merienda, les limpian los mocos a edades vergonzosas o se arrodillan para atarles los cordones mientras el rey de la casa usa el móvil con absoluta displicencia. Todo eso sólo sería grotesco si no se proyectara sobre el resto del entorno, porque el niño de-los-cojones patea a otro niño y le arrebata el juguete, tira los papeles al suelo de la calle, corre como un poseso sin importarle llevarse por delante a una persona mayor oi aúlla en el restaurante porque tardan en traerle su hamburguesa que es lo único que come el angelito. ¿A que son "normales" esas escenas? Nos llevan los demonios, pero las hemos asumido porque si no acabaríamos diariamente a gritos con esos seres y con la madre que los parió.

Imaginen qué sucede dentro de un aula cuando se juntan allí unos cinco personajillos de esa calaña. El siglo pasado sólo aparecía uno por clase y se le dejaba en evidencia: quien no decía "Buenos días" tenía que volver a salir y saludar correctamente, el no pedir las cosas "por favor" le privaba de lo que necesitaba y no dar las gracias suponía que no se le atendería en la próxima ocasión. Sin collejas ni palmetazos, los niños entendíamos que la vida en sociedad era más fácil y grata empleando una reglas de urbanidad que tenían un trasfondo de respeto al prójimo y a uno mismo. Pero ahora te miran con suma extrañeza: "¿cómo osas en no complacer mis caprichos inmediatamente como hacen mis papás?". Me recuerdan la imagen de la Reina de corazones de Alicia en el país de las maravillas chillando: "¡Que le corten la cabeza!". Ni cuelgan sus abrigos ni son capaces de escuchar a sus compañeros cuando quieren contar algo interesante, ni atienden a su maestro en la explicación académica o en una instrucción para el funcionamiento cotidiano. Lo peor: que esos cinco contagian a una mayoría difusa que opta por seguir ese modelo de indolencia en vez de secundar a los chavales que, milagrosamente, mantienen su interés por aprender y su disponibilidad por colaborar generosamente. "Una manzana podrida estropea todo el cesto", pues cuando hay media docena, es inevitable… salvo que el educador se deje la piel para remediar ese sinsentido donde los maleducados dictan la dinámica dentro de un centro educativo. Sé que es heroico en los institutos, pero doy fe que es posible en la etapa infantil, si se cuenta con la colaboración de las familias.

Pero uno se encuentra con una familia "normal", un perfil actitudinal que se va extendiendo: papás "merengues" (por lo blanditos e inconsistentes ante sus pequeños dictadores), mamás "helicópteros" por estar encima de sus hijos desde su respiración cuando eran bebés hasta las calificaciones que reciben… ya universitarios: hay casos de ir a reclamar por el examen de su "pequeñ@" de 20 años. Lo más adecuado sería llamarles Papis-Drones: siempre encima de forma física y virtual, con su cámara centrada en su maravilloso hijo que jamás tiene culpa de nada y sí sus malas compañías, y haciendo un ruido emocional que aturde a su eterno bebé y le incapacita para ser protagonista de su vida en todos los aspectos. Al maestro le sueltan "Para mi hij@, quiero lo contrario que lo que yo viví" (es una frase textual que me dejó estupefacto): resulta que no les vale el sentido común de sus padres ni de sus maestros, la dinámica que se respiraba en las calles de su barrio, la sensación de coherencia de unas normas claras aunque estrictas. Ahora el educador no debe ser brusco ni con su vástago ni con el resto, porque "genera miedo": es mejor que los niños se peguen, tengan un accidente o pierdan miserablemente su tiempo con tareas que no les suponga esfuerzo. No te van a reconocer la cantidad de denuncias que ese mismo tipo de padres ha puesto contra los colegios por agresiones/acoso, por caídas inevitables o cuando sus hijos fracasan en los estudios.

En compensación, la semana pasada disfruté de una tutoría con el "lado luminoso" de la paternidad: un papá encantado de guiar a sus hijas en el amor a los libros y a los cuentos, que les lleva a los teatrillos de títeres en vez de a los grandes musicales incomprensibles pero "instangraMEAbles", que les anima a ser autónomas al vestirse, asearse, recoger, jugar como toda la vida con muñecos o construcciones, que baila con ellas y que es capaz de tirarse al suelo a hacer el ganso, con sentido del humor y con tranquilidad ante los inevitables defectos de sus niñas (pataletas, peleas a gritos, indolencia al recoger…). Una conversación entre dos personas que sabemos que estamos en el mismo lado: a favor de la infancia en un equilibrio de ternura y firmeza, de escucha a sus necesidades pero de exigencia de respeto al prójimo. Cosas tan de cajón como que un niño necesita parque y no pantallas. Pues todo esto, que es de sentido común, ha dejado de ser "normal" en nuestra sociedad pera ser "excepcional". Pero no por ello deja de ser Sano y sumamente satisfactorio. No es cómodo educar a un niño sino agotador, pero es muy gratificante contemplar el resultado: ciudadanos equilibrados y creativos.

Mi clave para no tirar la toalla como educador: una visión taoísta que acepta las dos caras, positiva y negativa. Si hay cinco personajes maleducados, hay que buscar a las otras cinco personitas que sí reflejan una educación nítida por sus familias, que son curiosos, entusiastas y amables con los demás. Y generar un ambiente de aprendizaje y juego que hace que la otra mitad de la clase, la tibia intermedia, abandone la actitud indolente para disfrutar de una convivencia donde se da el Buentrato y donde crecemos todos, también su maestro que sigue aprendiendo y sonriendo con gratitud por una profesión tan útil.

SENTIDO COMÚN