martes, 12 de diciembre de 2023

150 LIBROS

Don Diego de Silva y Velázquez con 24 años ya era pintor del rey Felipe IV con sueldo de 20 ducados mensuales enseguida duplicado. Falleció a los 60 siendo aposentador real, un cargo de máxima confianza. Su fortuna por salario, mercedes y venta de cuadros debería ser enorme. El inventario de sus bienes recoge "sólo" 150 libros, un tesoro para la época pero que equivalen a unos 150 Megas (una Biblia alcanza 5 MB). Cuatro siglos después, por 4 €, se vende un pen con 64 Gb que donde cabe casi quinientas veces esa cantidad de datos. La biblioteca de Velázquez

Esta introducción peculiar pretende resaltar que el acceso a la información no supone un paso cualitativo para un ser humano. Ya ni siquiera es cuestión de acumular, como sucedió con los VHS originales o en copias que llegaron a cubrir paredes enteras de hogares para acabar en el Punto Limpio sin pena ni gloria. En la Red está casi todo lo impreso en el mundo, y no por ello hay un mayor nivel de entendimiento de lo que sucede en él.

Una cabeza bien amueblada es una expresión coloquial que tiene una interpretación pedagógica relevante: no se trata de colocar contenidos en la memoria con forma de estanterías situadas en habitaciones estancas (Lengua o Matemáticas, Ciencias o Filosofía...) para que se viertan en exámenes de complejidad creciente, al estilo enciclopedista que lastra la enseñanza hispana, aunque ahora se diga bilingüe. Cada persona construye desde su experiencia, una red de conocimientos dotados de carga emocional vinculada a las sensaciones y a las personas implicadas en su adquisición, desde lo emocional de la infancia a la admiración por el profesor de cualquier etapa educativa. Depende de esos docentes que mantenga esa percepción holística que existía en tiempos clásicos donde la Filosofía natural abarcaba todas las ciencias conocidas y en los que el Trivium agrupaba gramática, dialéctica y retórica. Un ciudadano que distingue los silogismos de los sofismas no deja que se la metan doblada los politicastros a sueldo. Un superador de exámenes tan sólo preguntará cuánto se cobra sin pensar en las consecuencias globales de su trabajo ni de su ocio.

He sacado la imagen de aquí, donde hay un centenar viñetas de humor sobre libros
(Nota del editor).

Volviendo a los libros: su lectura es el diálogo de su autor con cada ser humano. Nada de apuntes del profe ni de reseñas por Internet: un párrafo original tiene necesariamente distintos significados para cada estudiante. Todos tenemos nuestros libros de cabecera, algunos permanecen y otros se ven sustituidos por madurez o por crisis. Supongo que la media sería entre media y una docena: semejante a los amigos que se cuentan con los dedos de una mano a los que añadir un puñado de personas que nos resultaron admirables y nos ayudaron a mejorar. Pero las relaciones personales no se reducen a las amistades ni las literarias a esa gavilla luminosa. Conservamos libros por razón de nuestra formación y trabajo, y otros que apreciamos por las apasionantes historias que nos hicieron vivir en nuestra imaginación. Con ambas categorías ya nos acercaríamos a la centena.

Pero, dependiendo del tamaño de nuestra casa y de nuestro bolsillo, los libros se van acumulando en estanterías o en el trastero: autores u obras por los que tuvimos curiosidad, regalos o préstamos que olvidamos devolver, hasta colecciones de kiosko que captaron nuestro interés. A veces las mudanzas suponen una catarsis para desprendernos de golpe de varias cajas. Aprovechamos el interés de una visita para endilgarle un par, los que les caben en las manos. Inexorablemente, las visitas a la Feria del Libro superan las bajas de los préstamos fallidos. Sólo el recurso moderno al bookcrossing (liberar los libros en zonas transitadas) puede ayudar a diezmar nuestra biblioteca, porque donarlos a los centros culturales hace años que es imposible: sólo aceptan los actuales, porque el resto ocupa mucho espacio y se cubrirán de polvo por el desinterés general.

La imagen de una pila de libros en el contenedor de papel es desoladora: alguien ha desahuciado a sus acompañantes de media vida porque necesita más sitio para su televisión de más de cincuenta pulgadas, o ha decidido redecorar su vida hacia un minimalismo de sofá y equipo estereofónico. Chavales que abjuran de su fantasía infantil o jóvenes que ya no tienen paciencia para leer porque las series se lo cuentan mejor (mentira podrida: frente a la escultura mental que uno moldeó, la pantalla es un artificio diseñado por un vendedor). Con los libros electrónicos supongo que también los adultos tendremos la tentación de ganar espacio en casa, asumiendo la humillación de que nuestros libros adquiridos durante décadas, elegidos uno a uno, sean comprados al peso por una tienda de segunda mano. Ahora se ve que ese negocio se cierra porque a nadie le cabe más libros y porque las ventas no alcanzan siquiera para el alquiler del local. Así, de golpe miles de ejemplares van camino del reciclaje para convertirse en el best seller que dicta Planeta.

"Menos es más": en el proceso de Desaprender, habrá que despedirse de mucho de lo que arrastramos, asumir qué es lastre y ya no un instrumento intelectual. Supongo que un centenar de libros sí tienen espacio en cualquier hogar, y otros cincuenta son los visitantes de paso que nos pueden aportar placer o sabiduría. Un gesto para sentir que, al menos en eso, uno se asemeja al genio de Velázquez. Que ustedes lo lean bien...

SENTIDO COMÚN

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