Francamente, querida, me importa un bledo. Esta frase antológica es enormemente sanadora para uno mismo. "Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible". Y se la dirijo a cierto tipo de madres, porque casi siempre llevan la voz cantante en relación a los hijos, y sólo la complicidad pasiva de sus parejas hace que se comporten como fieras en defensa de sus cachorros, como si los educadores fuéramos los enemigos a someter a sus caprichos. Me explico:
He trabajado cuatro décadas como educador, de las cuales treinta años de maestro infantil. La semana pasada se me reprochó que soy brusco con los niños y se me propone dejar la tutoría para pasar a labores de apoyo. Pues encantado, oye, "Lo que lo que usted mande, señorito, que una está aquí para servir" (dicho con voz de Gracita Morales). Se acabó la responsabilidad de liderar un aula de dieciocho peques que llegaron con muy pocos límites ni autonomía, con un lenguaje balbuceante y apenas curiosidad ni iniciativa. En sólo medio curso son niños mucho más libres porque al ocuparse de sí mismos y de sus cosas no dependen de sus papás helicópteros ni de algunas maestras indolentes o impacientes. En cinco meses han aprendido más vocabulario y gramática que en toda su corta vida porque ya conocen los treinta árboles de su barrio, la anatomía y fisiología del cuerpo humano más que muchos niños de Primaria, así como los planetas y constelaciones bastante mejor que sus padres. Son capaces de resolver los conflictos dialogando o pidiendo ayuda a un adulto y sus progresos en lectoescritura les permite ir entendiendo los carteles de la calle y escribir breves mensajes significativos para ellos de los que se sienten orgullosos porque ya pueden comunicarse como sus mayores. Amar la lectura les hará la vida más plena, sin duda.
Todo eso ha pasado en cinco meses en un aula vida abierta a cuanto les sucede porque eso importa mucho más que el currículo o rellenar el cuadernillo de matemáticas. 30 canciones, 20 cuentos, muchas adivinanzas y hasta trucos para combatir las pesadillas… al parecer nada eso tiene valor frente al tremendo suceso de que una niña se cayó en la alfombra de goma o que les doy voces para que la asamblea no sería un gallinero. No importa que disfruten de rincones de juego diseñados para su aprendizaje intelectual y social, que dibujen creativamente con música clásica de fondo, que generen sus propios cuentos de forma cooperativa. No se tiene en cuenta que el fin de semana les dé rabia no poder ir a su escuela como espacio de encuentro, aprendizaje y juego. Ni siquiera se valora la labor de tutoría para orientar a las familias: supongo que creen que todo eso está pagado con un salario, sin analizar la diferencia entre "cubrir el expediente" curricular con muchas fichas coloreadas frente a implicarse con vocación de servicio a la comunidad.
Tampoco se valora el cariño mutuo que se respira en clase… o quizá eso es lo que ha desencadenado esta "caza del brujo". Intuyo que es posible que unas madres agobiadas por su trabajo, con ansiedad y estrés y con profundo sentimiento de culpabilidad por no atender suficientemente bien a sus hijos hayan proyectado sus frustraciones contra un maestro que disfruta a diario escuchando a cada niño, acogiendo su tristeza, nerviosismo o alegría, animándole a expresar qué les pasa por dentro o su curiosidad por lo que sucede a su alrededor. También puedo equivocarme, claro, pero la realidad es que toda esa tarea ya quedó atrás. Yo siento la satisfacción del deber cumplido y la estupefacción ante familias que atacan a quien quiere sacar lo mejor de sus hijos y pulir lo que les dificulta progresar como ciudadanos.
"Francamente, queridas, ahora me importa un bledo": vuestros hijos consentidos y sobreprotegidos van a seguir años y décadas en vuestra casa (que no "hogar") aturdidos por el ruido de las pantallas e indefensos ante internet porque no han desarrollado su propio criterio. No es una maldición sino la evidencia de lo que ya ha pasado con la generación de los NiNis que no podía soportar la frustración. Vais a flipar con vuestros eternos adolescentes insaciables egocéntricos. Afortunadamente, yo no lo sufriré pero sí el resto de la sociedad. Quiero que conste que os lo avisé y que por eso me cortáis la cabeza.
"Y ahora las buenas gentes
tienen tranquilo el sueño
porque han librado a sus hijos
del peligro de un maestro"
Sentido común
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