domingo, 19 de noviembre de 2023

Un enseñante

"Educar, gobernar, psicoanalizar, tres tareas imposibles, según Freud". El motivo es que las tres son responsabilidad del sujeto, no del profesional que enseña, gestiona o guía la autoexploración.

De las tres, la única que he ejercido a lo largo de toda mi vida ha sido la tarea de enseñante. Nada de Profesor como depósito de conocimientos enciclopédicos que ir dictando al alumnado, ni tampoco la idea del Maestro que emana sapiencia para sus discípulos. "Educadores" a tiempo completo son los progenitores, y pobres de quienes no sean conscientes de esa tremenda RESPONSABILIDAD desde la concepción del hijo hasta el resto de su vida, marcada por el ejemplo diario mucho más que por la palabrería ni el dinero que haya en el hogar.

Sencillamente, "Enseñante": un adulto con cierta formación en varias ciencias acerca de la niñez, el aprendizaje y la didáctica de diversas materias. Y un artesano en la práctica de convertir un aula en un espacio acogedor para los niños y niñas, con estímulos de calidad para captar su curiosidad y estimular su deseo de explorar jugando y comprender conversando. Un Facilitador durante tres años esenciales en la construcción del pensamiento infantil. De 0 a 3 años se trata de la crianza, atendiendo necesidades vitales donde se incluyen la ternura, la comunicación oral y la estimulación psicomotriz. De 3 a 6 años, la tarea consiste en construir a partir de esos cimientos IMPRESCINDIBLES: las carencias que se hayan dado antes son pozos de barro que hacen tambalearse la estructura de la persona en desarrollo. Hay que hacer un trabajo específico en profundidad para sanear o completar las carencias afectivas o de estimulación, porque si no acabarán aflorando en la adolescencia o aún más tarde (lo que tiene relación con la cita inicial sobre el psicoanálisis).

Partiendo de una mayoría de niños y niñas sanos en lo físico y emocional, el reto del Enseñante es ayudar a cada individuo a equilibrar su YO (están en plena fase egocéntrica) con el NOSOTROS que supone la convivencia diaria de dos decenas de niños bajo el mismo techo, cuando su mundo previo sólo era el hogar familiar y algunas horas de juego en la escuela, sin mayores responsabilidades ni exigencias que sentirse a gusto en su primera infancia. En el colegio, la educación infantil tiene palabras y conceptos esenciales: "somos Compañeros, Por favor, Gracias, Lo siento", consignas básicas: "Escuchamos, miramos, tocamos, cuidamos, recogemos entre todos" y herramientas de apoyo como "Tú puedes, Hoy te ayudo pero otro día lo harás solo, Cada vez te sale mejor". De una sencillez aplastante, tan de sentido común que en la mayoría de los hogares que se merecen ese nombre lo hemos aprendido de nuestros padres y se lo enseñamos a nuestros hijos. "Aprehender" supone interiorizar esa actitud, ejercerla de forma autónoma incluso en la adultez.

Entonces ¿para qué ir al cole, sólo como aparcamiento durante las horas laborales de los progenitores? Yo sostengo que un niño podría crecer entre el hogar y el parque hasta los 6 años sin ninguna carencia, con una buena estimulación oral y lúdica y abundantes relaciones sociales positivas, pero es una excepción en este mundo de adultos superocupados y parques desiertos hasta las 5 de la tarde, y eso en el mejor de los casos. Así que el colegio se ofrece como un espacio físico con riqueza de estímulos y un espacio social donde la experiencia compartida entre iguales construye un conocimiento mucho más significativo y gratificante que la suma de las pantallas y las explicaciones impartidas por un adulto.

Después de estos planteamientos pedagógicos, toca bajar a la cruda realidad, donde los tres estamentos implicados (niño, progenitores y enseñantes) reflejan una distribución de Gauss: desde el mínimo al máximo en los múltiples aspectos que se quieran analizar. Sólo voy a citar tres, pero se podría hablar de salud, de entorno sociocultural, de perspectivas e implicación…:
– Los maestros que van desde la implicación vocacional casi a tiempo completo al funcionario que se conforma con que los niños rellenen correctamente las fichas que las editoriales venden a las familias.
– Los niños van desde los entusiastas y generosos a los que son pasivos, egoístas o disruptivos… afortunadamente, no todo a la vez.
– Los progenitores que confían en la escuela y en la profesionalidad del educador y los que creen proteger a sus hijos de ese desconocido que les exige lo que ellos consienten en casa.

Hablo de "campana de Gauss" porque la mayoría nos movemos en la media, no en los extremos de la excelencia o lo deplorable. Suele suceder que bastan un par de factores para que el sumatorio sea una medianía satisfactoria para todos o que algunos lo perciban como de una mediocridad decepcionante. A veces, ambas cosas a la vez, "según el cristal con que se mire". Lo cierto es que he tenido el privilegio de verlo y vivirlo casi siempre desde la transparencia de la mirada de mis alumnos que iban creciendo, disfrutando de su curiosidad y de sus progresos, cada uno a su ritmo. Han sido once generaciones desde los 2-3 años con su lengua de trapo y sus garabatos hasta los 5-6 años con sus sorprendentes preguntas y sus respuestas intuitivas cargadas de lucidez.

"Todo el día desasnando burros y toda la vida el corral lleno" era un dicho de los maestro-escuela rurales. Toda mi admiración para ellos y en especial a los de la Institución Libre de Enseñanza. No se me ocurre una profesión mejor donde sentirse útil: ayudando a construir ciudadanía crítica y creativa.



Para suscitar la polémica, proclamo que los padres y madres que pretenden proteger a sus hijos de los maestros y profesores están minando la autoridad del enseñante y fomentando que sus cachorritos se conviertan en monstruos dictadores y egoístas, vagos y consentidos. NiNis que convertirán su casa en algo irrespirable y, mucho peor, las calles en un infierno de chulos, guapitas de cara y pandillas agresivas. No sólo de bandas latinas: ya tenemos la Caye-Borroca dando por culo por Madriz y muchas sedes del PsoE. El colmo de las familias consentidoras: personas que han sufrido malos tratos de pequeñas y quieren "TODO lo contrario" para sus hijos. Se parecen al coyote del Correcaminos: se van al otro extremo, igual de absurdo, en lugar de buscar el Justo Medio del que hablaba Confucio, Aristóteles e incluso el refrenero español: "En el justo medio está la virtud".

SENTIDO COMÚN

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