Iba a titular "De Convento a Aquelarre", pero las buenas brujas no tienen nada que ver con los comportamientos miserables que voy a narrar. Tampoco hay una Abadesa en mi historia que describe hechos reales, aunque en la Telaraña virtual seguro que se pueden encontrar paralelismos.
Ahora me doy cuenta de lo privilegiado que he sido trabajando en Equipos. En mi época colegial todo era individualismo, aunque el respeto a la persona limaba la competitividad. En la escuela de magisterio sí aprendemos a trabajar en equipo: muchas actividades requerían la reflexión en pequeño grupo y la puesta en común: el conocimiento colectivo era tan valioso como la autoridad del profesor y complementaba la autoridad del experto. Ese Constructivismo ha sido el eje de mi labor docente: dar voz a cada educando para poder compartir un mosaico que cada individuo aprehende (interioriza) a su forma, siempre más valiosa que la clase magistral.
En el grupo scout el coordinador de los monitores ("responsables" se les llamaba) era un "primus inter pares": daba la cara ante las familias y tenía que responder en última instancia de las decisiones colegiadas y también del gasto de cada peseta que se gestionaba. Siempre se era "cocinero antes de fraile", y siempre sucedía que llegar "arriba" suponía una cura de humildad: el cargo se descubría como una carga, las decisiones estaban muy limitadas por la cruda realidad y todo estaba al servicio de la educación en el ocio de los chavales, con lo que el Ego se desvanecía en aras de la tarea bien hecha.
En los colegios hay muchos Egos: el libro de Antonio de la Herrán Gascón lo describe "El ego docente, el punto ciego de la tarea profesional del maestro". Para ser artista es imprescindible que el Ego les haga creer en su propia creatividad/originalidad y exponerse al público con una profunda confianza en su valía. Sin esa seguridad, mucho esbozo de artista se ha frustrado ante la adversidad: sólo los niños de papá cuentan con una mullida alfombra, pero la norma son las envidias feroces y la incomprensión ante lo innovador y experimental. El magisterio es una suma de arte y ciencia: es ser actor en el aula y científico al programar los contenidos de forma escalonada y asequible a todos el alumnado, que cambia cada año y con dinámicas sociales que evolucionan.
Aún así, la vocación de la mayoría hacía que el objetivo al servicio del alumnado aunara los esfuerzos y limara asperezas en el claustro, a pesar de que hubiera dos grupos enfrentados en el plano personal o pedagógico. Cada maestro dentro de su aula era bastante libre y fuera siempre se encontraba un cómplice para sentirse apoyado o echar unas risas, tan sanadoras frente a la presión de algún padres/madre insufrible. Tres décadas del "vive y deja vivir", de "no echar cuenta" a las estupideces del prójimo reconociendo que uno también las comete: en eso consiste la convivencia laboral y familiar.
Uno no había visto todo, y todavía me tocaba aprender lo más mezquino "sobre la condición humana". En la entrada de ese nombre, ya dejé caer unos comportamientos que me habían sorprendido y los interrogantes que me hacía. En resumen: puedo comprender el comportamiento egoísta (hasta "malo", aunque no lo comparta) cuando el beneficio es evidente, pero me deja estupefacto y triste ver actuar de forma miserable contra los compañeros cuando sólo se logra el placer enfermizo de ser dañino contra alguien y hay un grave perjuicio para el ambiente colectivo.
En este último mes me han reconocido que desde hace un lustro no existía ningún sentimiento de equipo en ese sumatorio de educadores contratados por la Administración donde la principal premisa es trabajar lo mínimo, cuando uno llegó al barrio obrero con el objetivo de favorecer la igualdad de oportunidades a niños con escaso apoyo familiar y bajísimos estímulos intelectuales a los que las pantallas acabarán derritiendo sus neuronas. Supuso una profunda decepción laboral y social. Pero todavía faltaba la traca final: la quema del ninot, nada de indulto a la persona que se rinde y decide marchar. Por eso hablo de aquelarre.
A raíz de reconocer en público un problema de salud y volver dentro de un mes a mi colegio, se han quitado las caretas y el fingido respeto se ha convertido en actitudes despectivas. Las quejas de pasillo a costa de quitar tiempo de atención al alumnado se han plasmado en una memoria por escrito donde se permiten hacer juicios de valor que están fuera de lugar, a pesar de que saben que ese documento está destinado a la Inspección educativa y que esas descalificaciones les puede suponer tener que dar explicaciones por lo improcedente de sus quejas y la ausencia de autocrítica que es lo que se pide en una memoria docente/decente.
En resumen, uno está de baja por ansiedad, hipertensión y acoso laboral, pero he logrado liberarme de un grupo (jamás les diría "equipo") in-humano que ha demostrado que las relaciones sadomasoquistas son mucho más habituales de lo que yo creía: "que yo me quede tuerto, si dejo ciego al otro". Me sacudo el polvo de mis sandalias, con mucho aprendido de cómo el egoísmo impide una sociedad colaborativa. Esta es mi anónima y sanadora venganza a Personajes que no leerán este Blog, incapaces ya de aprender y cambiar. Mala gente que va apestando la tierra (diría Machado), títeres de sus patéticos Egos.
Sentido común